He estado recientemente
en Galicia y ahí siguen, sin que nadie se sorprenda, grandes zonas inundadas. No hay noticia en los medios de comunicación, así que supongo que no se lo creen. Pero es cierto. El mar ha engullido valles enteros. Llevan sumergidos más de
diez milenios. Se llaman rías gallegas. Ah, bueno.
¿No lo han pensado nunca al
recorrer esos hermosos entrantes oceánicos, esos largos dedos que se introducen sin disimulo entre los pliegues de la tierra? Hace alrededor de doce mil años se
produjo el deshielo de los enormes casquetes helados que cubrían gran parte de
Norteamérica y de Eurasia y el nivel del mar subió más de cien metros, aislando
Gran Bretaña del continente (y produciendo fenómenos tan extraordinarios como esas
gentes con bombín que conducen por la izquierda y cuentan y miden de manera tan
rara) y anegando los fondos de los valles existentes entre las cadenas
montañosas perpendiculares a la costa
occidental gallega. Sin duda quedarían sumergidos muchos de los últimos campamentos paleolíticos, pero no sientan pena, porque el deshielo no les
pillaría desprevenidos. Aunque el fenómeno fue bastante rápido en términos de
tiempo geológico, no se produjo ninguna avalancha repentina que se llevara
vidas y enseres y aquellas gentes se adaptarían a los cambios a lo largo de
generaciones. Había espacio de sobra, y, a cambio fueron recompensados con toda
clase de los mejores manjares de Neptuno, con denominación de origen.
¡Qué les parece? A veces, de una pérdida se puede obtener
provecho. Pero no deben confiarse y pensar que del actual calentamiento global
puede salir algo bueno. Lo de ahora no tiene nada que ver con los ritmos
geológicos. La aceleración inducida del proceso es tal que las poblaciones
costeras no tendrán tiempo para adaptarse, y tengan en cuenta que a la orilla
de los mares y océanos se producen las mayores aglomeraciones humanas. Aunque
tampoco ahora se produzca un anegamiento repentino, como el de un tsunami, el
desplazamiento de centenares de millones de personas (probablemente de más de
mil millones) producirá conflictos y aumentará la inseguridad en un mundo ya a
punto de ebullición y –perdonen, pero no encuentro otra imagen–… con el agua
al cuello.
Queridos
lectores y sin embargo amigos, quedan advertidos, no se descuiden, pero, si visitan Galicia, no dejen de probar los
mejillones de la ría de Arousa ni las famosas almejas de Carril… mientras
puedan.