domingo, 5 de octubre de 2014

MOVIMIENTO CIUDADANO O PARTIDO POLÍTICO

Os paso en este post mi artículo "Movimiento ciudadano o partido político", publicado en mi secciòn "Crónicas desde el Titánic" del diario digital Último Cero.
http://www.ultimocero.com/blog/cr%C3%B3nicas-desde-el-titanic/movimiento-ciudadano-o-partido-pol%C3%ADtico
(Me temo que la desaparición del diario haya borrado el enlace, así que lo reproduzco a continuación)

En una entrega anterior (“Viva los antisistema”) trataba sobe el papel profiláctico de un movimiento ciudadano como Podemos y planteaba el problema de su relación con los partidos políticos progresistas con los que se encuentra en la esfera de la representación política.

            La fuerza del fenómeno Podemos radica en que se ha convertido en el canalizador (y catalizador) del cabreo ciudadano por las malas prácticas y el acomodamiento  de los partidos políticos que vienen detentando la representación ciudadana y por los abusos de un sistema económico tardocapitalista que se sirve de quienes deberían ser servidores públicos, que persigue la acumulación de dinero en vez del bienestar de los seres humanos y que esquilma el medio en el que vivimos hasta el punto de hacerlo insostenible y abocarnos a una catástrofe general.

            Esta función de revulsivo social es tan necesaria y tan urgente que por sí sola justifica al movimiento Podemos, pero más allá de la acción terapéutica se extiende, por ahora, un territorio desconocido y, me temo, demasiado incierto y resbaladizo.

            Creo que los promotores de Podemos son de algún modo conscientes del problema cuando se definen, no como un partido, sino como un movimiento. Lo cierto es que esa es su fortaleza. Pero, en la medida en que emulen a un partido, aunque no se definan como tal, pueden aparecer sus debilidades.

El movimiento ha nacido de un magma de indignación ciudadana, la misma que tuvo un primer brote en la toma de las calles del 15-M.  Un magma del que participan gentes que comparten una sensibilidad mayoritariamente progresista, pero que, al margen del hartazgo por la corrupción y por el enclaustramiento de la clase política, pueden tener diferentes puntos de vista sobre los problemas concretos que ocupan la política diaria, e incluso diferentes ideales de sociedad y modelos económicos. Entonces, es razonable traducir la propuesta de regeneración democrática en un programa con el que entrar en liza, coyunturalmente, en el campo político, pero, más allá de esta tarea de limpieza que une a sus simpatizantes, surgen muchas dudas sobre la oportunidad de concurrir como una formación  política estable con vocación de permanencia y un programa global, en el mismo plano y en competencia con los partidos políticos. Los Círculos a partir de los cuales se organiza Podemos se podrían convertir en un guirigay ideológico ingobernable, un recogedor de ocurrencias y causas marginales o exóticas en el que muchos simpatizantes del movimiento no se sentirían nada cómodos.

Podemos se beneficia ahora del viento favorable de la indignación ciudadana. El aire nuevo tiene la virtud de movilizar a algunos de esos ciudadanos desencantados y de la desafección general hacia los partidos, que pagan casi por igual, injustamente, el desprestigio colectivo de la clase política. De hecho, muchos de los postulados y demandas del movimiento han sido enarbolados también tradicionalmente por partidos minoritarios, principalmente progresistas, aunque han sido ignorados y asfixiados por la fuerza de los mayoritarios. Sin duda, los partidos progresistas necesitan liberarse de la cápsula en que se ha encerrado la clase política, pero también es cierto que durante mucho tiempo sus propuestas de regeneración no han encontrado eco en los ciudadanos adormecidos por el falso bienestar. Ahora, esos ciudadanos despiertan y tratan de hacerse oír, y lo hacen con la irreverencia y la indignación propias de quienes se sienten manipulados y engañados, pero no tienen un proyecto global y común de sociedad, y la unanimidad de la indignación no puede desplazar a la diversidad de opciones políticas. Podemos canaliza parte de esa marea ciudadana y cumpliría un gran servicio si contribuyera a sumar y amplificar las voces apagadas de los partidos más cercanos a la sensibilidad de sus seguidores (algo como lo que están haciendo ya las plataformas “Ganemos” de cara a las elecciones municipales y autonómicas de 2015); pero si, aprovechando esta oportunidad favorable, los vampiriza, en vez de revitalizarlos, espolearlos y catapultarlos, puede terminar arruinando del todo la débil estructura social que aspira a construir un mundo más humano, con el riesgo de que el propio movimiento pierda su fuerza como altavoz ciudadano, y de que el huracán que ahora sopla se disuelva dejando un territorio arrasado, un campo yermo, sin defensa frente a los infames intereses del tardocapitalismo rampante.

En definitiva, el acierto y el éxito de Podemos reside en la voluntad de situar de nuevo a los ciudadanos en la esfera política. Como dije en un artículo anterior, puede ser la punta de lanza de todos esos ciudadanos que quieren ejercer de tales, miembros de una sociedad madura que no se resignan a hipotecar su alma cada cuatro años y que quieren intervenir activamente en el espacio público. Podemos está jugando un papel catártico muy necesario, y para ello tal vez sea saludable, puntualmente, su irrupción estratégica en las instituciones políticas (como, según he dicho, están haciendo las plataformas electorales Ganemos en diferentes ciudades). Pero la cuestión es qué hará además y después de limpiar los establos de Augías. ¿Debería desaparecer sin más? ¿Debería abandonar su presencia directa en los órganos políticos, manteniéndose como organización ciudadana crítica y exigente que vela por la limpieza democrática, o seguir cumpliendo esa particular labor desde dentro de las instituciones representativas, como movimiento-partido? Son bifurcaciones evidentes que se abren en su inmediato futuro, incertidumbres que deberá resolver, pero creo que se equivocaría si se convirtiera en otro partido político. Otro más. Me temo que no tardaría ni una legislatura en perder su aura, y su contribución neta podría ser hasta negativa.